viernes, 3 de septiembre de 2010

EL TESOFISMO Y CACABELOS (ECLIPSE 1912-II)

El 17 de abril de 1912 llegaba a Cacabelos un singular personaje: Mario Roso de Luna, corresponsal científico del diario madrileño El Liberal. Le acompaña una comisión de la Junta de Investigaciones Científicas. El objeto de su visita es informar acerca del eclipse total de Sol, que se haría especialmente visible en esta villa berciana.
Roso de Luna goza en aquel momento de gran reputación como astrónomo. En 1893 (tenia entonces veintiún años) había descubierto a simple vista un cometa al que dio su nombre; y mas tarde publicaría varios trabajos sobre los eclipses de 1900 y 1905, así como un tratado de astronomía popular titulado Kinotherizon. Pero además este cacereño, de Logrosán, era un apasionado investigador de lo oculto, dando muestras de su extraordinaria sensibilidad psíquica desde la mas temprana edad. En 1902 las obras de Helena Petrovna Blavatsky le impulsan a unirse al movimiento teosófico que lidera la eslava.
 El Tesosofismo era una corriente filosófica ocultista, hija del Espiritismo e impregnada de mística oriental. Pretendía conseguir el conocimiento de la Naturaleza y de los espíritus que la conformaban aunando los procedimientos científicos oficiales con el conjunto de leyendas y filosofías de los tiempos antiguos.
Una ceremonia de iniciación templaria, pasada por el tamiz cristiano, esta fielmente representada, nos dirá nuestro “mago”, en una tabla que se encuentra en la puerta de la sacristía de la ermita cacabelense de la Virgen de la Quinta Angustia, patrona de la villa. El relieve representa al Niño Jesús jugando una partida de cartas con San Antonio. El Niño está en actitud de dar al santo un cinco de oros, mientras le retira el cuatro de copas. Aquí viene la explicación del teósofo: “El Niño sería el Adepto, quien alargaría el Oro del Conocimiento iniciático con el cinco correspondiente, al par que retina al candidato el naipe simbólicamente contrario, o sea el cuatro, que es de copas, por representar éstas al vino de las pasiones que embriagan a los humanos, sometiéndoles a la tiránica, cuanto grata ley del sexo, y es un cuatro al par, como símbolo de la crucifixión en la carne, la limitación, la caída en el sexo”. Al mismo tiempo en la tabla queda representado el emblema rosacruciano del cinco con el cuatro, “del Conocimiento con la Pasión, de la Rosa con la Cruz”.

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