El 17 de abril de 1912 llegaba a Cacabelos un singular personaje: Mario Roso de Luna, corresponsal científico del diario madrileño El Liberal. Le acompaña una comisión de la Junta de Investigaciones Científicas. El objeto de su visita es informar acerca del eclipse total de Sol, que se haría especialmente visible en esta villa berciana.
Roso de
Luna goza en aquel momento de gran reputación como astrónomo. En 1893 (tenia entonces veintiún años) había descubierto a simple vista un cometa al que dio su nombre; y mas tarde publicaría varios trabajos sobre los eclipses de 1900 y 1905, así como un tratado de astronomía popular titulado Kinotherizon. Pero además este cacereño, de Logrosán, era un apasionado investigador de lo oculto, dando muestras de su extraordinaria sensibilidad psíquica desde la mas temprana edad. En 1902 las obras de Helena Petrovna Blavatsky le impulsan a unirse al movimiento teosófico que lidera la eslava.
El Tesosofismo era una corriente filosófica ocultista, hija del Espiritismo e impregnada de mística oriental. Pretendía conseguir el conocimiento de la Naturaleza y de los espíritus que la conformaban aunando los procedimientos científicos oficiales con el conjunto de leyendas y filosofías de los tiempos antiguos.Una ceremonia de iniciación templaria, pasada por el tamiz
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